Ayer mi hermano menor cumplió 60. Es médico y vive en Milán. Ayer familia y amigos nos reunimos por Zoom desde Israel, España, Italia y Argentina. Son de esas cosas que uno, tranquilamente, puede agradecer a la pandemia. Fue mágico, fue extraordinario; pero fue “una de esas cosas” porque, personalmente, tengo unas cuantas más que agradecer; y entre las más significativas, útiles y transformantes se destaca la “obligatoriedad” de la actualización con la tecnología y, porsupu, mediante el “quedate en casa”, el descubrimiento de cómo trabajar de otras maneras, de cómo crear de otras maneras, de descubrir, gracias a estas obligatoriedades, capacidades interiores y exteriores que ni siquiera sospechaba que tenía. Pero claro, tengo 68: lo mío fue lo simple, la mecanografía como materia en el secundario; así que todo este “adelanto” fue y sigue siendo a costa de dolor de estómago. Pero no importa. Aprendí que ya se trate de este dolor, o del dolor-culpa, o del dolor-creo-que-no-me aprobarán… todos éstos son claramente los dolores que tiene derecho a sufrir el niño-dolido que aún me habita, y que el adulto que también me habita tiene poder, especialmente el poder de no-dejarle-hacer a este niño. Y fue el adulto-intuitivo el que tomó la batuta al terminar la reunión multi-países donde, además de recuerdos, bromas y preciosos deseos, la pandemia también fue tema. Entonces quise averiguar la situación en Suiza. Y me encontré con esta joya anunciada a modo de lema por quienes gobiernan, el Consejo Federal integrado por 3 mujeres y 4 hombres: “Hay que actuar suficientemente rápido, pero tan lentamente como sea necesario”. El libro La Enfermedad Como Camino dice que enfermedad es polaridad y sanación es unidad. Y este lema es uno de los pensamientos unificadores más inteligentes que he escuchado. Lo tomo. Lo tomé cada vez que fui de la enfermedad a la salud, del caos al orden, de la desarmonía a la armonía: la acción concreta y a pesar del inevitable dolor-miedo de turno, una acción que necesita ser suficientemente rápida pero tan lentamente realizada como sea necesario. Los delay, creados por maneras de pensar que no ven el peligro, que no hacen clin-clin a través del ruido ético, que auspician el mutuo maltrato y el auto maltrato a través del apego-a-lo-mismo-de-siempre, ésos delay son muerte; pero no ésa Muerte que da Vida, sólo muerte: del bienestar, del vínculo genuino, de la seguridad enserio, de la alegría-porque-sí… y, sobretodo, de una «cabeza» en buenas condiciones.
“Si no eres fiel en lo poco, no podrás ser fiel en lo mucho”. O en otras palabras: “Al que tiene se le dará y, al que no tiene, lo poco que tiene se le quitará”.
• A riesgo de que estas verdades bíblicas signifiquen otra cosa, a mí me sirve pensar que «lo poco» es lo cotidiano: el orden con los afectos, la plata, las situaciones, la salud… Y «lo mucho» es que, a través de ser fiel en lo poco: actuar diligentemente para ordenar, para actualizar, tengo posibilidad de no perder «lo mucho»: la capacidad de comprender aún a mi relativo nivel, y la capacidad de seguir comprendiendo. Como antes, como siempre, el Maestro es El Señor Resultado.