Ayer coordiné el curso «La Ciencia de Hacerse Rico» de manera presencial. Hoy será el tiempo zoom porque, maldita-bendita pandemia, hizo que se acercara Alaska, Villa La Angostura, Córdoba… Jamás, cada encuentro de cualquier curso, deja de asombrarme por cómo el tema en cuestión resulta solamente una excusa para que ocurra aquello de que «donde dos o más se reúnen en mi nombre allí estoy Yo».

 

Siempre afirmo: «soy judía pero no estúpida»; quiero decir, mi ascendencia religiosa no me limita en cuanto a tomar conocimientos de cualquier religión que yo perciba sirvan para religar-me: para hacer desaparecer esa escisión interna entre lo que siento y pienso, entre lo que quiero y actúo, entre lo que planeo y me sale. Ese Yo que sabe cómo dejar morir: cómo sacar un asunto de la bandeja de salida, cómo hacer para que, si sacudí el manzano y me cayeron limones, aproveche los limones.

 

Este Yo que, al reunirnos en Su Nombre: Lo Excelso Potencial en cada psique humana, allí está: esa directiva interior solucionadora que aparece en esas chispas que el contacto con lo «nuevo» del Conocimiento Ancestral permite y, seguro segurísimo, en los testimonios a cada ayuda que los participantes piden.