La sabiduría viene de adentro hacia afuera, jamás de afuera hacia adentro: es el producto de la amalgama de tu experiencia y la vida que recorres. Si te centras únicamente en este hecho, no necesitarás nada más.

El Cielo se hace testigo de pasar a través tuyo para plasmar lo que tu anhelo individual y comunitario quiere forjar; primero en tu anhelo profundo, aunque no como un pensamiento solamente, sino con tu sentir, con tu absoluta convicción de que así será; es decir, con una profunda fe que nace de lo no sabido.

Así conviene que te desarrolles en estos tiempos, en el no conocimiento de nada, en el abandono de toda certeza preconcebida, imaginada. Las situaciones en el mundo cotidiano te hacen zancadillas constantes en la tarea de sostener esta sabiduría, pero no desalientes porque siempre, pero siempre, el Cielo te cuida.

Libera a tu voluntad, tu disciplina, tu constancia. Libéralas, para que la presión que implican, desaparezca. Sujétate solamente del instante presente y deja ir la esperanza de un resultado conocido. Desde luego, no lo hagas con la fuerza de voluntad. Como un testigo desapegado, observa estas situaciones, y el hecho de observarlas sin expectativa alguna te conectará con otros estados de conciencia, que no serán forzados, simplemente fluirán.

Llevas una carga demasiado pesada: suéltala. No está en ti el peso del universo. Esto sólo te desconecta de la fuente y te vuelve ineficiente. Cuanto menos control ejerzas sobre cada circunstancia, más simple y sencillo se hará el recorrido.

 

  • El Cielo te dice: En tu mente, abstente de realizar asociaciones con tu pasado. Si te sucede, únicamente sé testigo de cómo respiras. Si tu respiración está agitada, déjala agitada, si está calma, déjala calma. No hagas modificaciones voluntarias. El sólo hecho de observar tu respiración cancelará las asociaciones.