Mario Bunge murió a los 100 y mi madre a los 97.“Un mundo le es dado al hombre. Su gloria no es soportar o despreciar este mundo, sino enriquecerlo construyendo otros universos”.
Esta sabiduría nos la dejó Mario. A sus 80 le pregunté a mi madre porqué desde los 40 tomaba pastillas recetadas para la ansiedad. Me respondió: “Porque a los 40 era mucho más fácil tomar pastillas que divorciarme de tu padre”. Repito ahora lo que le dije ni bien expresó esta sabiduría: “madre te amo”, mi madre-completa: tanto modelo como advertencia.
Como yo, como cada uno sobre el planeta, seguramente Mario también fue un mix de modelo y advertencia. Con serenidad y encanto vuelven a mí las 3 oraciones que me surgieron con cada uno de los 3 puñados de tierra que el rabino nos invitó a ofrecer: “te agradezco todo y me agradezco todo, te perdono todo y me perdono todo, te deseo lo mejor y me deseo lo mejor”. Y nuevamente, en eterno presente: madre te amo.