Entre mis cincuenta y sesenta, tal vez debido a la menopausia, tal vez debido a esa ley universal por la cual una estrella se agranda al envejecer, subí unos cinco kilos. Había sido realmente gorda en cuerpo y aún lo era en alma; bha, aún lo soy: me encanta una “borrachera” de comida cada tanto, como a todos, ¿o no?, y en franco manejo de la compulsión desde hace tantísimo, elijo comportarme gordamente a veces, porque la verdad, no me molesta SER gorda, lo que me molesta, y mucho, es ESTAR gorda. Y comportarme gordamente cada tanto no me engorda.
Sabía que ese aumento estaba bien, incluso desde el índice de masa corporal, que indica un peso normal, a los 60, hasta 28, y hasta 29 a partir de los 65. Si te interesa una foto con esta info completa decime. Es cierto que en internet podía encontrar tablas que clavaban el índice en 25, pero la tabla con progresión de edad me pareció más saludable, más adaptada al movimiento natural de la vida.
Así las cosas, un día caminando en el parque, entro a una de esas carpas amarillas, más que nada para medir mi altura, porque sabía que me estaba achicando, y quería un número actualizado para seguir calculando mi índice y, si seguía en 28, seguiría sintiéndome un ser humano dentro de la normalidad.
La normalidad: la verdad, ni cuenta que di de esta rigidez, y eso que podía tener presente lo que el Tao Te King decía al respecto: “El movimiento del Tao –el movimiento natural supremo– es el retorno –hacia sí mismo– y el efecto es la flexibilidad.”
En la carpa, la nutricionista me mide y me pesa; y me dice “tenés kilos de más”. Le hablo del índice y me dice que es hasta 25. Le replico que es hasta 29 a partir de los 65. Pero me faltaban unos años y me lo hace notar. Me pongo mala y le pregunto si su sentido común no le avisa que, entre 25 hasta 60 y 29 a partir de 65, falta una progresión. Nada. A ella las tablas la guían como si estuvieran escritas en piedra. Sigo mala y le digo algo que no es verdad “menos mal que yo sé porque si no, vos me podrías enfermar”. No es verdad: nadie puede enfermarme. Lo que puede enfermarme es mi acatamiento. El retorno hacia sí mismo, es decir pensar por cuenta propia, es riesgoso a veces, solitario a veces, aunque es el único seguro de salud que puedo recomendar. Obligarse a un índice contra natura –contra el Tao– es asegurar la permanencia de la compulsión, de la gordura, de una pésima relación con la comida y con nuestro maravilloso Maestro: el cuerpo.
Ah, me faltaba contarte, esos kilos, hace rato que ya no me hacen falta.