El Amor, como el nacimiento que la Navidad celebra, es el nacimiento de un poder psicológico que, alegóricamente, llamamos Jesús-Niño o también, cuando el niño se hace adulto lo podemos llamar Jahvé que, literalmente, significa «llegar a ser» ¿o llegar al Ser? y, para nosotros, al vincularnos, al amar, es una idea aunque no un hecho y, hasta que se hace hecho, es un proceso-aprendizaje que amerita correcciones infinitas, como timoneando constantemente con norte en un Conocimiento milenario y eterno que, bendito sea, sirve de opción y de contraste. También el lenguaje para expresar este Amor amerita correcciones infinitas. Volví a oler lo que publiqué ayer (en el mailing) con la nariz de la conciencia, así que aquí va la corrección:

  •   ¡Sí! Hoy Navidad: La Gran Germinación, el Nacimiento del Amor, Ése que lo incluye todo, también el romance; y qué maravilla cuando el Ser, la Intuición, la Inteligencia… piensa este Amor como no necesariamente relacionado con el romance.

También, oliendo con la nariz de la conciencia, pensé en que justito ésto: des-relacionar el romance y el amor, puede ser una eficiente base sustentadora de los mandamientos 11 y 12: No condicionarás y Cultiva sentirte-bien; y éstos, a su vez, la eficiente base sustentadora para la abolición de la violencia intra-familiar: la que lo parece… y la que no lo parece.

Bello y sereno 25,

Elena

P.D.: Esta carta está inspirada en la canción PUESTO A GERMINAR