“Estaba tan hundido en mi miseria, que me olvidé de lo que había logrado; y también me olvidé de algo todavía más importante: que mientras vivía aquello que me llevó al logro (y muchas veces al no-logro), era muy feliz, ¿qué me impedía recordarlo? El orgullo: ése que me decía «no es justo, es tu culpa, vos me debés». Entonces comprendí lo que me había dicho mi pastor: El orgullo está antes que la destrucción.”

  • Esta iluminada reflexión, aunque con algunas adaptaciones de mi parte, la escuché ayer en una peli no especialmente recomendable titulada «Que me parta un rayo». Buen título, aunque así lo creo si le agrego la palabra «antes»: antes que me parta el rayo de mi sentirme miserable, mejor que «recuerde».