Nací en 1951.
Mis padres me llamaban Beatriz y yo decidí que fuera Elena durante mi Gran Cambio alrededor de los 40. Para entonces, y desde los 12, había subido muchas veces muchos kilos y había bajado otras tantas con muchas dietas. Podrías pensar, entonces, que consideraba a la comida mi primera adicción, y desde luego lo era, pero no: consideraba como primera la adicción al conocimiento con el que había estado tomando contacto desde los 22: la psicología del Yoga. Y digo que fue adicción porque, al igual que la comida, el conocimiento me llenaba y aliviaba. Sin duda es ésta mi gran adicción (recalco “es” en un riguroso presente) y la que también me convirtió en profesora de Yoga con la gran guía de Clara Bercovich. Con ella fui a India en 1988 a modo de viaje de egresados. A inicios del 90 el Budismo Zen, con sus propuestas de vida y sus maneras para la meditación, amplió mi mundo, y desde el 92 la Escuela de Cuarto Camino me brindó un tesoro superlativo: me enseñaron cómo manejar mis emociones negativas con una estrategia de atención. Nada nuevo, en realidad, ya que, en la edad media, aunque sólo con palabras diferentes, con explicaciones aparentemente diferentes, esto mismo se llamó Alquimia. Así pues, con todo este conocimiento a cuestas y cocinándose a fuego lento en mi comprensión, en esos años arribé a Dieta Club como coordinadora. ¿Pero acaso tenía resuelto el asunto de engordar/adelgazar/engordar…? No, para nada. Sólo pensaba que tal vez, siendo coordinadora, y con el imperativo de no subir de peso y así conservar mi empleo, sería suficiente para no volver a subir.
Adoré coordinar; y todos los chismes y cuentos espirituales que había aprendido con el Yoga y el Budismo Zen me sirvieron, ¡y cómo me sirvieron!: yo adoraba coordinar y mis coordinados adoraban mi coordinación. Me vino bien, muy bien, un poco (o bastante) de alimento para mi ego. Pero fue ahí, en Dieta Club, durante los entrenamientos a las coordinadoras, que tomé contacto con que la realidad que me seguía presionando: el tema yoyo con el peso, no era un asunto sólo mío sino de muchos, incluidos, especialmente, los coordinados en mantenimiento. La solución aparente era, para mí, devastadora: adicción al grupo además de adicción a las dietas. Y entonces la maravilla: aquel tesoro aprendido en la Escuela de Cuarto Camino: el manejo de las emociones negativas, me hizo pensar en qué cosa era la compulsión a comer: era una emoción negativa. ¿Y si manejaba la compulsión utilizando el mismo conocimiento? Funcionó, y fue por eso que en 1994 inicié un trabajo grupal para enseñar cómo superar la ansiedad a comer. Para 1996 me había dado cuenta de que hacía falta otra cosa: la enseñanza necesitaba ser individual, secuenciada y en un número breve de encuentros. Así, en 1997 creé un programa de 9 encuentros que, hasta hoy, forma la base de conocimiento para “volar”, también, hacia la superación de otras adicciones, especialmente aquellas que suelen “ocultarse” ya que ocurren en el mundo vincular. La palabra “adicción” viene del latín “adhaerere” y significa “adherido”, lo cual se hace más claro si pensamos cómo el amor, tiempo mediante, puede escalar de una situación idílica a una adherida adicción (valga la redundancia), y luego a una adherida obsesión, con el asunto de la falta de límites o de límites no funcionales “liderando” cada escalada.
Si esto último te hace ruido porque parece un asunto “calcado” en las adicciones a sustancias y actividades, es porque así es. Otra escuela, de capital importancia, sumó posibilidades al aprendizaje de destrezas para solucionar todo esto: entre el 96 y el 99 participé, muy comprometidamente, en un grupo de anónimos para mujeres llamado AMAP: Anónimas Mujeres Adictas a Personas. Glorioso aprendizaje que sumó muchísimo a la percatación de que los humanos somos capaces de “excelencia vincular”, tanto con nosotros mismos como con los demás; y también de la necesidad imprescindible de ésos datos e informaciones que no pueden venir de lo que ya hemos vivido ni viviremos familiar y culturalmente porque están contenidos en conocimientos universales, en psicologías ancestrales, como la Alquimia, el Yoga, el Budismo Zen y el Cuarto Camino, por nombrar sólo aquellas que he tenido la inmensa suerte de que sean base para solucionar lo de “adentro” y lo de “afuera”. En 2001 mi primer libro: Cuando hacer dieta engorda, que ya cuenta con 3 ediciones y pronto la cuarta versión como ebook. En 2010, y a pedido de una participante psicóloga, creé el 1er nivel del curso de capacitación, cuyo segundo nivel siguió en el 2011, y el tercero en el 2012. En el 2017 mi segundo libro: 5 kilos la distancia hasta el paraíso. En el 2020 mi tercer libro: El amor bueno. Ahora, 2021, estoy creando el cuarto: El amor bueno en acción, con anécdotas y testimonios que “espejan” las maneras del amor bueno: base vincular esencial para la superación de cualquier adicción. Seguir realizando los 9 encuentros individuales, y coordinar los grupos que fueron y siguen surgiendo a partir de ese trabajo, es, te lo aseguro, una “cintra transportadora” para la pasión, el encanto y la gratitud.
LO QUE AHORA SÉ…
Yo estaba gorda.
Hice dietas de todo tipo, y mi peso bajó y subió muchas veces.
Estaba gorda y no sabía lo que ahora sé.
A lo que ahora sé me llevó el cansancio de la clase de vida que implicaba hacer dieta, y la frustración y el desgaste de conservar un problema permanente con la comida y con mi cuerpo.
A lo que ahora sé me llevó un aprendizaje constante en escuelas de autoconocimiento desde que era adolescente: yoga, budismo zen y cuarto camino, entre otras.
A lo que ahora sé me llevó coordinar grupos para el descenso y mantenimiento del peso con dietas, y darme cuenta de que tanto a mí como a mis compañeras coordinadoras y a los participantes de los grupos, las dietas nos apretaban el alma.
En 1994 comencé a transmitir el conocimiento que había encontrado y había funcionado para superar mi compulsión a comer y el exceso de peso resultante. Tanto el conocimiento como el método surgen de mi propia recuperación y de lo aprendido en las escuelas y en los grupos. La idea central es:
La comida no engorda.
Lo que engorda es comer en exceso.
Los excesos se deben a la compulsión,
también llamada ansiedad;
así como a la costumbre de ingerir
cantidades inadvertidamente excesivas.
La compulsión a comer
me acompaña desde chica. Aunque mi peso es adecuado desde hace largo tiempo, la influencia de la compulsión en mi manera de relacionarme, de tomar decisiones, de ponerme y poner límites, de correr riesgos, de crear, de intimar, de amar, sigue siendo un referente de mi grado de recuperación como marco de crecimiento.
Mis libros, así también como los cursos y talleres, tienen el objetivo de esclarecer y mostrar caminos que se puedan transitar para superar la compulsión a comer y el exceso de peso como resultado posible, aunque no obligado, de la compulsión: con o sin exceso de peso, la compulsión puede estar en muchos aspectos de la vida, afectando decisiones, oportunidades y el buen desarrollo de los vínculos con las personas.
La compulsión a comer es una emoción y, como tal, no admite el control con la fuerza de voluntad. Pero existe un saber efectivo: escuelas de conocimiento, desde hace milenios, enseñan cómo superar aquellas emociones llamadas “negativas”. Fue coordinando grupos de dietarios y sufriendo mi propia impotencia frente al aumento de peso, que me di cuenta de que sin este saber (no contenido en las dietas) esta emoción particular que llamamos compulsión o ansiedad, hace que cualquier descenso de peso lleve, en sí mismo, el germen del siguiente ascenso.
Si tu tema a resolver es el peso corporal, te invito a considerarlo desde cinco aspectos: el peso cómodo, saludable, adecuado, bello y funcional. Desde luego lo de “bello” es, sin duda, más subjetivo que objetivo porque, como sabemos, un cuerpo bello, desde la visión social, puede estar viviendo un infierno debido a su modo de interpretar la belleza. Es el aspecto funcional el más relevante: es aquel peso que te auspicia una buena relación con la comida y con el cuerpo, es el que te auspicia una buena vida.